EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA.

El cambio – en la vida, en la ciencia y en la filosofía – surge no solo del propio avance del conocimiento, sino de todas las variaciones que se van sucediendo en las sociedades: cognoscitivas, afectivas y conductuales. En este sentido, cabe reconocer que el contexto histórico tiene influencia directa tanto en la manera en que filósofos/as y científicos/as han ido desarrollando sus métodos, teorías y conceptos, como en la validez y la aceptación de todo ello por el público general y la comunidad científica en particular y, también, en el reconocimiento y el peso que estas figuras han tenido en sus respectivas épocas y en las épocas posteriores.

Por este motivo se hace interesante el debate feminista dentro del ámbito científico y filosófico, ya que, como explica Eulalia Pérez Sedeño, se podría (y se debe) cuestionar el propio conocimiento científico y su poder, en tanto que éste ha estado empapado por la preponderancia de la perspectiva histórico-socio-institucional del género masculino.

La crítica de la ciencia feminista, según la filósofa Elizabeth Anderson, se originó en las críticas que biólogas, psicólogas y otras científicas en activo hicieron de los prejuicios y prácticas androcéntricas y sexistas en sus propias disciplinas, especialmente de las teorías sobre las mujeres y las diferencias de género que legitiman las prácticas sexistas. Esta crítica de la ciencia desde el feminismo incluye varios tipos de investigación:

  1. Estudios sobre cómo el progreso científico se ve perjudicado por la marginación de las mujeres científicas.
  2. Estudios sobre cómo las aplicaciones de la ciencia en la tecnología ponen en desventaja a las mujeres y otros grupos vulnerables y devalúan sus intereses.
  3. Estudios sobre cómo la ciencia ha ignorado a las mujeres y el género, y cómo la atención de estos problemas puede necesitar que las teorías aceptadas sean revisadas.
  4. Estudios sobre cómo los sesgos hacia el trabajo con estilos cognitivos «masculinos» en oposición a los modelos «femeninos» han deteriorado la comprensión científica.
  5. Estudios de cómo la investigación en las diferencias sexuales que refuerzan los estereotipos sexuales y las prácticas sexistas no siguen los estándares de la buena ciencia.

La doctora e historiadora Teresa Ortiz Gómez dice que el feminismo tiene un enorme poder social: genera interés político en busca del reconocimiento y la visibilidad de la mujer y tiene, a su vez, repercusiones en los campos de la ciencia y la filosofía. Estos campos actúan como instrumentos sociales e intelectuales con capacidad para cambiar el mundo y generar conocimiento y prácticas útiles para las mujeres. Así es cómo la puesta en práctica de las políticas del feminismo hizo posible el acceso paulatino de las mujeres a espacios (académicos y científicos) históricamente masculinos. 

A partir de la década de los 60 comenzaron a crearse grupos de investigadoras feministas para criticar y transformar la ciencia desde perspectivas no sexistas y alrededor de los años 80 la crítica feminista incorpora el concepto de género al análisis Género y Ciencia.

Pero, ¿qué es el género? El concepto de género, esencial para el debate feminista, representa una construcción cultural en la que intervienen factores sociales, políticos y económicos, y conlleva reflexiones sobre la necesidad de hacer o no hacer una distinción entre género y sexo y sobre si la forma de pensar y actuar es diferente para hombre y mujeres, distinguiendo filosofías, éticas y ciencias femeninas y masculinas.

Los estudios feministas en el campo de la ciencia se agrupan tradicionalmente en tres áreas diferentes: la histórico-sociológica, la pedagógica y la epistemológica.

  • La primera, histórico-sociológica, estudia las aportaciones de las mujeres en los campos de la ciencia (genealogía femenina, en palabras de Ortiz Gómez) y la tecnología y las barreras socio-institucionales que, históricamente, han obstaculizado el acceso femenino a éstos, analizando formas encubiertas de discriminación.
  • La segunda área, pedagógica, intenta contrarrestar la falta de presencia femenina en la ciencia y la tecnología, aplicando soluciones para aumentarla a través de la eliminación de sesgos de género en la educación desde el inicio de la infancia y con el fomento del interés de las niñas por la ciencia. Además, se promueve la creación de redes y organizaciones de mujeres científicas para la defensa de sus intereses.
  • La tercera, la epistemológica, surge de las diferentes posturas teóricas comentadas anteriormente sobre la conceptualización del género y crea 3 enfoques distintos y bastante opuestos entre sí, aunque complementarios: el empirismo feminista, el standpoint o feminismo del punto de vista y el feminismo postmodernista. Esta división epistemológica de los enfoques feministas lo podemos ver en obras de Sandra Harding.

ENFOQUES DE LA EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA

El empirismo feminista sostiene que en las ciencias sociales y biológicas hay un sexismo y dominio masculino que se debe a los sesgos que hay dentro de la propia creación científica (en la identificación y definición de los temas de estudio, en el diseño de la investigación y la recogida e interpretación de datos) y que son fruto de los prejuicios de género. Este enfoque es bastante conservador porque solo cuestiona las incorrecciones del método científico que llevan a sesgos androcentristas y pretende diagnosticarlas y atajarlas para crear perspectivas más amplias del mundo y la sociedad, contribuyendo de esta manera a que la participación de la mujer en la ciencia sea en igualdad de condiciones. El empirismo feminista produciría, por lo tanto, un cono­cimiento más verdadero o menos falso que el tradicional.

El standpoint o feminismo del punto de vista sostiene que la perspectiva de la mujer, como miembro de un grupo oprimido, puede aportar una visión única y especialmente valiosa para la construcción del mundo científico. No se trata solo de incluir en la investigación a las mujeres, sino de partir de su experiencia para diseñarla y llevarla a cabo. Esta teoría ha cuestionado muy sólidamente la objetividad y el concepto de la ciencia como libre de valores. Harding (en palabras de Ortiz Gómez), establece un relativismo juicioso o un conocimiento socialmente situado: una objetividad feminista, que permita un conocimiento responsable, parcial, localizado y crítico y elimine la simpleza social y metodológica del discurso científico clásico en búsqueda de la verdad.

El feminismo postmodernista, posee elementos comunes a las dos orientaciones anteriores, pero mantiene que no existe una manera de pensar única de la mujer. Los postmodernistas afirman que lo que pensamos como realidad está construido discursivamente y, en consecuencia, nada tendría un significado fijo a lo largo del tiempo. Por lo tanto, este enfoque feminista sostiene que no hay un modelo de mujer sino una variedad de ellos, fruto de la infinidad de contextos sociales, étnicos, conductuales, económicos, sexuales, etc., que van surgiendo con el paso del tiempo y el cambio constante de las sociedades. Existirían, entonces, diferentes puntos de vista, en contraposición al enfoque inicial del standpoint feminism. Según Anderson, la afirmación de cualquier teoría en particular es un ejercicio de poder porque se excluyen ciertas posibilidades del pensamiento y se autorizan otras. En este sentido, las afirmaciones postmodernistas de que los objetos están construidos discursiva o socialmente afirmarían una especie de nominalismo: el mundo no dicta las categorías que usamos para describirlo sino que tenemos disponibles innumerables formas incompatibles de clasificar el mundo. La selección de cualquier teoría es una elección que no puede justificarse apelando a la verdad o realidad objetiva.

Las ideas feministas postmodernistas se despliegan contra teorías que pretenden justificar prácticas sexistas: ideologías que afirman que las diferencias observadas entre hombres y mujeres son naturales y necesarias, o que las mujeres tienen una esencia que explica y justifica su subordinación. Sin embargo, el postmodernismo ha figurado de manera más prominente en las críticas internas de las teorías feministas, exponiendo y respondiendo a tendencias excluyentes dentro del propio feminismo (mujeres de color, lesbianas). Sin embargo, esta oposición total a las generalizaciones amplias sobre las mujeres que realizan desde el postmodernismo, puede impedir el análisis crítico de las fuerzas sociales a gran escala que afectan a las mujeres. El hecho de que las mujeres experimenten el sexismo de manera diferente no implica que no tengan nada en común, pues siguen sufriendo sexismo.

CRÍTICAS A LA EPISTEMOLOGÍA FEMINISTA.

La epistemología feminista ha sufrido críticas no solo entre los diferentes enfoques epistemológicos antes descritos, sino desde fuentes externas que han argumentado que todo el programa de investigación es defectuoso.

Autoras como Susan Haack, Cassandra Pinnick, Noretta Koertge y Robert Almeder (citadas por Anderson), critican la corrupción de la búsqueda de la verdad por parte de la epistemología feminista al confundir los hechos con los valores e imponer restricciones políticas a las conclusiones que acepta. La perspectiva feminista, según estas autoras, censura las verdades inconvenientes y promueve puntos de vista falsos porque apoya la causa feminista. Los críticos también acusan de cinismo sobre la ciencia, afirmando que la rechazan como una cruda imposición del poder patriarcal e imperialista. Se acusa a las feministas de sostener que, puesto que todos los demás están inmersos en un cínico juego de poder, ellas también pueden unirse a la batalla y tratar de imponer sus creencias a todos los demás. Además, los críticos señalan la aceptación por parte de la epistemología feminista de los estereotipos tradicionalmente infundados sobre el pensamiento de las mujeres (intuitivo, holístico, emocional, etc.) y alegan que esta valorización de las formas de pensamiento «femeninas» puede atrapar a las mujeres en los roles de género tradicionales y ayudar a justificar el patriarcado.

Otras posturas críticas, como la de Linda Alcoff y Elizabeth Potter, reflejan que si la epistemología se define como una teoría del conocimiento en general, la epistemología feminista, que se refiere a las experiencias de las mujeres, es un oxímoron, ya que se centra en la particularidad de las mujeres en lugar de la generalidad de los seres humanos. Y, en efecto, cuando las feministas empezaron a contribuir a la epistemología, fueron criticadas por no hacer epistemología, tal y como ha sido definida históricamente.

Las defensoras de la epistemología feminista responden que estas críticas dependen de una interpretación errónea del programa de investigación feminista y que están atacando una versión obsoleta de la misma que fue breve (inicios de los 80), además de controvertida. Las feministas no rechazan la objetividad y la ciencia, sino que buscan mejorarla corrigiendo los sesgos sexistas y androcéntricos de la investigación científica, y promoviendo la crítica de la investigación desde todos los puntos de vista. Tampoco niegan que la ciencia descubra verdades: su queja es que ofrece una visión parcial del mundo orientada principalmente a descubrir aquellas verdades que sirven a los intereses humanos particulares de las jerarquías sociales actuales. Señalan que, aunque los hechos y los valores están entrelazados, la atención a los valores no desplaza ni compite con la atención a las pruebas.

Según los trabajos de Anderson, el futuro de la epistemología feminista surgirá del desarrollo de las investigaciones actuales en el campo, esperando un compromiso entre críticos y defensoras.

REFERENCIAS:

Alcoff, L. M., & Potter, E. (1992). Feminist Epistemologies (1.a ed.). Routledge.

Anderson, Elizabeth, «Feminist Epistemology and Philosophy of Science», The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Summer 2019 Edition), Edward N. Zalta (ed.), URL = <https://plato.stanford.edu/archives/sum2019/entries/feminism-epistemology/&gt;.

Harding, S. (1987). ¿ Existe un método feminista? Traducción de Gloria Elena Bernal. Edición original en inglés, Is There a Feminist Method? https://www.uvirtualjaveriana.co/lmscontent/MECL/semestre-1/seminario/assets/documentos/pdf/metodo.pdf

Ortiz Gómez, T. (1997). Feminismo, mujeres y ciencia. En Alcázar, F. J. R., Doménech, R. M. M., & Cazorla, J. A. S. (1997). Ciencia, tecnología y sociedad. Universidad de Granada. ISBN 84-338-2370-1, pags. 185-202.

Ortiz Gómez, T. (1999). Género y ciencia. En Rodríguez, M. C., Higueras, L. R., & Universidad de Jaén. (1999). Mujer y ciencia. Universidad de Jaén. ISBN 8489869650, págs. 79-93.

Pérez Sedeño, E. (1995). Filosofía de la ciencia y feminismo: intersección y convergencia. https://digital.csic.es/bitstream/10261/8940/1/feminismo.pdf

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CLASIFICACIÓN DE LOS SERES HUMANOS. ¿SON LAS RAZAS NATURALES?

Arantza Etxeberría del Dpto. de Lógica y Filosofía de la ciencia UPV/EHU, habla para Radio Euskadi sobre el concepto de raza humana y su construcción social.

En la intervención radiofónica, Etxeberría explica cómo filósofos de la talla de Platón ya manifestaban la necesidad de clasificar las cosas de acuerdo a características comunes para no mezclar en el mismo saco cuestiones heterogéneas. Siguiendo esta clasificación, que sería acorde a la realidad y nunca inventada o ilusoria, se dividirían las cosas creando géneros o clases naturales agrupados por su esencia o sus estructuras materiales (genes, composición,etc.) en la corriente esencialista o por los elementos que sirvan para hacer inducciones/predicciones (corriente convencionalista).

Esta agrupación por géneros naturales ha creado divisiones porque con el paso del tiempo se ha ido demostrando que, cuestiones aceptadas tradicionalmente como naturales, han resultado no serlo al profundizar en su estudio y conceptualización.

Una de las polémicas más relevantes al respecto es el caso de la clasificación de los seres humanos: el género, las enfermedades y la raza. Desde el punto de vista filosófico, estas 3 subdivisiones no podrían estudiarse en disciplinas específicas por lo que deben ser consideradas como construcciones sociales que, aunque están muy arraigadas, no tienen una base científica real.

En el caso de la raza, los seres humanos han ido dividiéndose históricamente en función de múltiples factores:

  • En Grecia se dividía a los ciudadanos por clases, pero esta división atendía a la pertenencia de éstos a la polis o a su exterior.
  • En la Edad Media se clasificaba en función de la religión.
  • A partir de los siglos XVI y XVII surge el intento de división atendiendo a cuestiones biológicas o de sangre.

A pesar de estas diferencias históricas y aunque exista la creencia de que existen varias razas, biológicamente no tienen fundamento y la UNESCO así lo manifestó en 1950 en La cuestión racial, usando un punto de vista científico para combatir el racismo y luchar por la igualdad.

Vemos, por lo tanto, que la discusión que se plantea en torno a la división de las razas surge tanto desde el punto de vista ontológico (qué son las razas y en qué se fundamenta su clasificación), como desde el punto de vista ético (qué utilidad tiene clasificar a las personas así).

Filósofos como Kwame Anthony Appiah argumentan que la división de razas es la base del racismo y que la raza como tal no existe, equiparando la existencia de tal clasificación a la existencia de las brujas y dejando patente que dividir a los seres humanos atendiendo a una supuesta raza es hacerlo atendiendo a categorías inventadas. Su postura es eliminativista: no tiene sentido hablar de razas porque no existen y es preciso eliminar este concepto porque solo crea discriminación.

Para poder ejercer este eliminativismo sobre la cuestión racial es preciso fundamentarnos en los hechos biológicos y científicos ante quienes solo ven la gama de colores (blancos, negros, etc.) o las diferencias estructurales (morfología craneofacial, estructura capilar) y las intentan biologizar para darle validez a sus argumentaciones y ejercer una supremacía o superioridad sobre las demás.

Arantza Etxeberría explica que para considerar la clasificación racial como natural, todos los miembros de una raza deberían de compartir una serie de características comunes y heredables que los distinguiera biológica, estructural e intelectualmente de las demás. La antropología biológica, a través del estudio genético, ha encontrado un ancestro común africano pero no ha sido capaz de realizar una distinción de las poblaciones humanas atribuyéndole esas características comunes hereditarias.

Así pues, un individuo puede ser genéticamente más similar a otro individuo considerado históricamente de otra raza que a uno perteneciente a la suya, y características supuestamente distintivas como la tonalidad de la piel pueden ser iguales en diferentes poblaciones (africanos e indios, por ejemplo). Además, el estatus de las diferentes razas ni siquiera es el mismo en distintos países y regiones geográficas, reforzando la cuestión racial como una construcción social y desmontando el concepto de raza como algo natural.

Según la Declaración sobre raza y racismo de la AAPA (American Association of Physical Anthropologists), no hay evidencia científica que respalde la división racial y, sin embargo, sí la hay para respaldar los daños biológicos, sociales, físicos y psicológicos derivados del racismo.

«La raza no proporciona una representación precisa de la variación biológica humana. Nunca fue precisa en el pasado y sigue siendo inexacta cuando se hace referencia a las poblaciones humanas contemporáneas«.

«Ningún grupo de personas es, ni ha sido nunca, biológicamente homogéneo o «puro». Además, las poblaciones humanas no son, y nunca han sido, biológicamente diferenciadas, verdaderamente aisladas o fijas

Por otro lado, surge una problemática derivada de la eliminación del concepto de raza: si desterramos por completo esta cuestión, no podríamos ejercer las políticas compensatorias de igualdad creadas precisamente para luchar contra las consecuencias del racismo, dejando desprotegidos a los diferentes sectores de la sociedad que las sufren en el mundo. Desde el punto de vista de los filósofos constructivistas, es necesario mantener al menos esa concepción histórica o social, que es real pero no biológica, y que ha sido usada por los supremacistas para ejercer la opresión para poder combatirla y erradicarla.

Ocurriría de forma semejante con las políticas de igualdad de género. Son cuestionadas por usar las distinciones de sexo que critican, imponiendo cuotas en procesos selectivos laborales e instituciones, pero sin estas discriminaciones positivas que fomenten la visibilidad de la mujer se haría más difícil la lucha contra el machismo.

El mantenimiento de los conceptos de género y raza sería necesario hasta alcanzar un estado real e ideal de igualdad que sería el que paulatinamente disolviera las acepciones hasta convertirlas únicamente en referencias históricas.

REFERENCIAS:

AAPA. (2019). AAPA Statement on Race & Racism. American Association of Physical Anthropologists. https://physanth.org/about/position-statements/aapa-statement-race-and-racism-2019/

EITB Radio Televisión Pública Vasca. (2018, 22 abril). Audio: Las razas no son naturales| Radio Euskadi | EITB Radio Euskadi. https://www.eitb.eus/es/radio/radio-euskadi/programas/hagase-la-luz/audios/detalle/5544005/audio-las-razas-no-son-naturales-radio-euskadi/

UNESCO. (1978, 27 noviembre). Declaración sobre la Raza y los Prejuicios Raciales. http://portal.unesco.org/es/ev.php-URL_ID=13161&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html

UNESCO (1950). La cuestión racial. https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000128289

Wikipedia. (2020, 5 abril). Kwame Anthony Appiah. Wikipedia, la enciclopedia libre. https://es.wikipedia.org/wiki/Kwame_Anthony_Appiah

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AGRUPADORES Y DESGLOSADORES.

A lo largo de la historia de la ciencia, ha existido división entre aquellos que tienden a fijarse más en las semejanzas (agrupadores o lumpers) y los que lo hacen en las diferencias (desglosadores o splitters).

A raíz de esta división, historiadores y filósofos como Elliott Sober se cuestionan si existe un método científico real, con una forma de razonamiento común a todas las ciencias y que tod@ científic@ debe seguir o si, por el contrario, diferentes ciencias conllevan diferentes formas de razonar. Así, con la tendencia actual a la ultra-especialización en todos los ámbitos, habría hoy día una inclinación de la balanza hacia el desglose, atendiendo a los rasgos específicos de cada cuestión más que a las generalidades que puedan tener en común.

Este es el debate de la medicina actual, que se dirime entre quienes siguen el enfoque clásico de agrupar características comunes para clasificar y tratar las dolencias y entre aquellos que siguen el enfoque de la medicina de precisión, buscando biomarcadores confiables y reproducibles capaces de identificar grupos y subgrupos de pacientes y enfermedades.

Un ejemplo de esta controversia lo podemos ver en un artículo de Thomas F. Luscher en la European Heart Journal, en el que explica cómo en medicina cardiovascular el enfoque agrupador ha sido exitoso a lo largo de la historia pero, con el tiempo, se está transformando en uno más desglosador. En el texto, encontramos una referencia muy interesante a la discusión entre el que es considerado el primer epidemiólogo y padre de la medicina basada en evidencia Pierre Charles Alexandre Louis y el médico español Benigno Risueño de Amador sobre la generalización: aunque estadísticamente se pueda definir un ser humano promedio, con una talla media de zapato X, ese zapato de talla X no podría ser utilizado por la mayoría de la población.

Este debate sin salida entre agrupadores y desglosadores o aporía se asemeja, en mi opinión, a perspectivas (a priori dicotómicas) del tipo «ver el vaso medio lleno o medio vacío» o «¿fue antes el huevo o la gallina?». Al igual que no podría responder a la primera cuestión sin tener en cuenta el contexto (pues el vaso lo veré lleno o vacío no por cuestiones de optimismo/pesimismo sino en relación al estado inicial del continente y la acción que se esté ejecutando) tampoco podría definirme como agrupadora o desglosadora al 100%.

Si hago una reflexión centrándome en las ciencias médicas o de la salud podría clasificarme como agrupadora de base, en tanto que tiendo a tomar una posición un tanto general/hipocrática en el origen y curación de la enfermedad (prevención, higiene, hábitos, alimentación) y estadista (como Pierre Charles Alexandre Louis), pero aceptando (como Risueño de Amador) que estas generalidades deben ser puestas en el contexto del paciente para optimizar los resultados. Crearé pues el término agrupadora desglosante para definirme: en unas ocasiones serán las definiciones y características comunes las que resuelvan el problema y, en otras, tendré que recurrir a cuestiones específicas para solucionarlo.

REFERENCIAS:

Lüscher, T. F. (2019). Lumpers and splitters: the bumpy road to precision medicine. European Heart Journal40(40), 3292-3296. https://doi.org/10.1093/eurheartj/ehz644

Sober, E. (2015). Is The Scientific Method aMyth? Perspectives from the History and Philosophy ofScience. Mètode Science Studies Journal0(5), 51-55. https://doi.org/10.7203/metode.84.3883

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DEL RIGOR DE LA CIENCIA

En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él.

Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.

Suárez Miranda, Viajes de Varones Prudentes, Libro Cuarto, Cap. XLV, Lérida, 1658.

Del rigor de la ciencia, Jorge Luis Borges.

Del rigor de la ciencia es un cuento escrito por Jorge Luis Borges y publicado en 1946 que narra cómo un imperio ficticio, situado en Lérida en 1658, hace de la elaboración de los mapas una cuestión de tal exactitud que solo la construcción de éstos a escala 1:1 se aceptaría como suficiente.

Borges por él mismo – Del rigor en la ciencia.

Atendiendo al título (que nada tiene que ver, a priori, con el contenido del texto) podemos hacer una lectura parabólica y comparar el problema de la cartografía de Borges con el problema en la construcción del conocimiento científico: si el rigor, la exactitud y la exhaustividad de la ciencia acaban por reproducir la realidad punto por punto, la ciencia se torna inútil. 

Por este motivo el científico debe hacer una selección: ha de escoger aquello que resulta relevante y separarlo de lo que no lo es. De esta manera, construirá un mundo interpretado según unos criterios y usará modelos menos exactos, pero más pequeños y sencillos, para resolver los enigmas que se plantean. 

Sería, a efectos prácticos, como la resolución de un puzle de miles de piezas. Tratar de resolverlo de manera global puede resultar mucho más difícil (incluso imposible) que hacerlo por secciones más pequeñas. Por el camino puedes introducir errores en tu intento de simplificación, pero su rectificación te conducirá a la resolución parcial de cada segmento y, finalmente, con la unión de todos ellos, llegarás a la resolución final del problema integral.

Un ejemplo histórico del problema del rigor científico en su búsqueda por la perfección es el de los modelos del Universo. El modelo geocéntrico de Ptolomeo predecía los movimientos con más exactitud que el modelo heliocéntrico de Copérnico, a pesar de ser este último más sencillo. Ambos describían órbitas circulares perfectas en contraposición a las no tan perfectas elipses del modelo de Kepler que también simplificaba y resolvía las anomalías ofrecidas por los anteriores modelos.

La ciencia normal de aquellos tiempos perseguía la perfección y exactitud matemática y el Universo debía adaptarse a ello. El cambio de un paradigma a otro se dio al hacer caer unos modelos perfectos y muy complejos y corregirlos y sustituirlos paulatinamente por otros más sencillos pero que explicaban mejor las observaciones que con el paso de los años se iban haciendo.

Así es como la ciencia hace aproximaciones provisionales (modelos) y las va reemplazando a media que el conocimiento avanza.

REFERENCIAS:

Borges, J.L. (1960). Del rigor de la ciencia. El Hacedor (pag.103). Emecé, Buenos Aires. 

Pablo Stafforini. (2010, 4 noviembre). Borges por él mismo – Del rigor en la ciencia. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=L7fUz_MjnJw

Imagen: Borges. Fuente: Eterna Cadencia.

CIENCIA, NO-CIENCIA, ANTICIENCIA Y PSEUDOCIENCIA.

La definición de lo que es ciencia y la demarcación de sus límites ha sido motivo de controversia durante mucho tiempo. Para responder a esta pregunta, la filosofía de la ciencia intentó establecer una serie de criterios definitorios.

En el siglo XVI se construyó una idea básica de ciencia, formulada a partir de los criterios de Francis Bacon, que se entendió como:

  1. Saber objetivo: opuesto al saber subjetivo o metafísico.
  2. Comprobable.
  3. Expuesto de forma lógica, racional y coherente.

Sin embargo, no es hasta el siglo XX con el positivismo lógico y la elaboración de los criterios de demarcación, cuando se empezó a aclarar este asunto.

Para Rudolf Carnap (1936) la delimitación del conocimiento científico pasaba, en un inicio, por la verificación de la verdad o falsedad de los enunciados. Pretendía, de esta forma, diferenciar las proposiciones que son susceptibles de experimentarse de aquellas no lo son, como la metafísica. Más adelante, cambió este verificacionismo por el confirmacionismo: una verificación completa requeriría un número infinito de observaciones y, por lo tanto, solo sería posible confirmar un enunciado progresivamente. La prueba o testeo es el proceso de evaluación mediante el cual confirmamos juicios en la medida en que estos van siendo comprobados. Aunque las proposiciones sólo pueden verificarse en diferentes grados, a menudo son suficientes estas comprobaciones para alcanzar cierto nivel de certeza. Para Carnap, cuantos más enunciados susceptibles de comprobación y más medios de confirmación tiene una teoría, mayor será la posibilidad de que sea confirmada. Este criterio dota a las teorías científicas de más laxitud y empieza a entenderlas en términos comparativos: una teoría será mejor que otra si alcanza un mayor grado de comprobación.

Para Karl Popper (1934), el avance del conocimiento científico no surge únicamente como consecuencia de la verificación y confirmación (como sugerían los positivistas lógicos del Círculo de Viena), sino como resultado de la refutación o falsación para descartar los enunciados que contradicen la experiencia. En su sistema de demarcación los enunciados científicos son:

  1. Sintéticos: explican los mundos posibles sin contradicciones.
  2. Empíricos, no metafísicos.
  3. Testables/evaluables/refutables: debe existir al menos un enunciado lógico y posible deducido a partir del enunciado inicial que pueda demostrarse falso mediante observación empírica.

A través de sus criterios la ciencia se acerca más a la verdad, aunque nunca la alcanza, pues nunca será posible una verdad absoluta. Las teorías falsables serían superiores a las no falsables, sin implicar esto que los enunciados verificados pierdan su función dentro de la ciencia pues aportan significado y utilidad igualmente.

Según Popper, con la falsación se podría distinguir la ciencia de la no-ciencia y, así, poner en evidencia las prácticas que son presentadas como científicas pero no lo son (pseudociencias).

Para Sven Ove Hansson (1996), la pseudociencia no sería únicamente no-ciencia sino que, a parte de no ser ciencia, se desviaría sustancialmente de sus 3 criterios de calidad científicos: fiabilidad, utilidad y usabilidad (facilidad de uso), siendo solo indispensable el incumplimiento del primero para considerar un enunciado como pseudocientífico. Por lo tanto, para Hansson un enunciado es pseudocientífico si tiene falta grave de fiabilidad y no es confiable (criterio de no-fiabilidad) y, además, cumple que:

  • Se refiere a cuestiones demasiado amplias dentro de un dominio científico (criterio de dominio científico).
  • Se formula como una doctrina en la que se crea la impresión de que representa el conocimiento más confiable de su temática (criterio de la doctrina desviada).

De esta manera se hace una clara diferencia entre:

  1. Lo que es ciencia: posee los enunciados más fiables que existen.
  2. Lo que es ciencia no relevante: cumple con el criterio de fiabilidad pero no con el de utilidad y usabilidad. No aporta nada al conocimiento preexistente.
  3. Lo que no es ciencia (y es no-ciencia): que puede ser que no cumpla con ningún criterio del método científico o que, siguiendo el método, cumpla con algunas premisas pero caiga en errores (de manera no intencionada) o sea refutado/falsado (se pruebe como erróneo).
  4. Lo que es fraude científico: es no-ciencia que se hace pasar por ciencia con argumentos o datos falsos de forma intencionada (criterio de pretensión científica). Por desgracia es una práctica más frecuente de lo que parece y hay algunos ejemplos que se han hecho muy famosos.
  5. Lo que es pseudociencia: es no-ciencia que usa enunciados que, sin ser fiables y concisos, se proclama como lo más verdadero y confiable al respecto. El problema de las pseudociencias es de tal magnitud que ha llevado a la creación de asociaciones para luchar contra ellas. Un ejemplo es la APETP (Asociación para Proteger al enfermo de las Terapias Pseudocientíficas) que dispone de una amplia lista publicada de pseudoterapias.
  6. Lo que es anticiencia: sistema de creen­cias abiertamente hostil a la ciencia y que lucha por desplazarla. No solo incluye a los escépticos, sino que también engloba a aquellas pseudociencias que rechazan y se oponen de manera manifiesta a las ciencias oficiales. Un ejemplo de pseudociencia que es a la vez anticiencia es la homeopatía, en tanto que se opone a la medicina.
Mapa de la cultura: Ciencia, No-Ciencia, Anticiencia y Pseudociencia. Fuente: elaboración propia (adaptada de Bunge y Tuñón, 1982).

Con el uso masivo de internet, las redes sociales y los medios de comunicación, el riesgo potencial de diseminación de estas pseudociencias, fraudes y creencias crece exponencialmente. Por ello, es importante dar a conocer entre el público estas diferencias, no solo para evitar la desinformación y las fake-news, sino para salvaguardar la toma de decisiones de los miembros de la sociedad en cuestiones importantes (sanidad, educación, política, economía).

Como broche final y desde mi campo de conocimiento, pondré como ejemplo la odontología biológica o funcional que, si bien tiene premisas que sí son ciencia (promoción de la salud bucodental a través de la prevención con hábitos dietéticos e higiénicos con evidencia científica), también hace reclamos sobre la toxicidad de algunos aspectos prácticos convencionales que son falsos, no han sido demostrados o son muy difícilmente demostrables/refutables por confundirse con manifestaciones clínicas de otras enfermedades o depender de demasiados factores que confluyen a la vez y no se pueden analizar de manera aislada (toxicidad de los fluoruros y los metales).

Esta variante de la odontología hace uso de lo que sí tiene evidencia científica (prevención) y de patologías existentes (fluorosis dental o sistémica, alergias a metales) para captar la atención del público y hacer afirmaciones categóricas, dictaminando que sus técnicas y tratamientos son superiores a la odontología convencional.

Cabe señalar que, en mi opinión, la odontología funcional a pesar de ser considerada pseudoterapia por la APETP, presenta matices científicos y poca probabilidad de representar un riesgo para el paciente por basarse en prácticas bastante conservadoras y diferir en la elección de materiales y métodos y que, a efectos prácticos y éticos, representaría el mismo riesgo que la odontología convencional practicada desde el absolutismo. En este caso mantengo una postura popperiana: no hay certezas absolutas en ciencia y menos aún en sanidad, donde lo que prima es el contexto individual del paciente y lo que puede ser mejor sobre el papel puede no ser lo idóneo en una situación determinada.

REFERENCIAS:

Bunge, M., & Tuñón, A. H. (1982). ¿ Cómo desenmascarar falsos científicos?. Los Cuadernos del Norte: Revista cultural de la Caja de Ahorros de Asturias3(15), 52-69.

Carnap, R. 1936. Testability and meaning. Philosophy of science 3(4): 419-471. https://doi.org/10.1086/286432

Hansson, Sven Ove (2013) “Defining pseudoscience and science”, in M. Pigliucci and M. Boudry (eds.) Philosophy of PseudoscienceReconsidering the demarcation problem. Chicago: Chicago University Press, pp. 61–77.

Popper, K. R. (1991). Conjeturas y refutaciones: el desarrollo del conocimiento científico. Paidós Ibérica.

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Filosofía, Ciencia y Medicina.

La filosofía es una disciplina tan amplia que crea confusión. A mí, desde luego, me ha confundido durante mucho tiempo y es posible que lo siga haciendo (no sé si por el moderno síndrome de la impostora que llevo dentro o por el clásico socrático de ponderar mi experiencia como insuficiente). 

En cualquier caso, si trato de hacer un análisis sobre filosofía y ciencia, me vienen a la cabeza lo que sería una especie de Antiguo y Nuevo Testamento o un a. de M. y d. de M. (antes y después de Medicina), con una línea divisoria que puedo situar en el 2002, siendo yo alumna de bachillerato y visitante de la Facultad de Medicina en sus jornadas de puertas abiertas.

Hasta aquella fecha yo creía que la filosofía solo abarcaba cuestiones sobre la existencia, la muerte, el saber y la ética y la relacionaba más con la religión, a pesar de situarse ambas en lados opuestos del espectro de lo racional y lo mitológico. Me sonaban nombres como Platón, Aristóteles, Hipócrates o Demócrito, pero no fue hasta ese primer contacto en la facultad como visitante y en los siguientes como estudiante que descubrí la relación de éstos con la medicina antigua y la importancia de las teorías filosóficas (materialismo, sistemismo, estructuralismo, dualismo, etc.) en el desarrollo del concepto de salud y enfermedad, el estudio y tratamiento de la anatomía y fisiología humanas por sistemas, la psiquiatría y la psicología, la ética biomédica e, incluso, la moderna neurociencia. No hay campo que no se haya nutrido de los grandes filósofos ya que ellos, además de filósofos, son considerados los primeros médicos.

De hecho, Aristóteles decía que el filósofo debe comenzar estudiando medicina y el médico debe terminar estudiando filosofía y Demócrito  pensaba que filosofía y medicina son hermanas: la primera libera al alma de las pasiones y la segunda libera el cuerpo de las enfermedades. 

Los aportes filosóficos no solo consolidaron el arte médico, también sistematizaron los saberes médico-anatómicos aportando solución a la enfermedad a través del conocimiento profundo de la naturaleza, la realidad, el medio ambiente y el ser humano. Con la aparición del método científico y el empirismo, poco a poco la ciencia ha ido asumiendo esa misión que hasta entonces había ocupado la filosofía, desplazándola de la ecuación y, quizás, encasillándola en la rama bioética y perdiendo la capacidad integradora de las disciplinas filosóficas.

Ciencia y medicina se consolidan como la respuesta a las preguntas y los problemas de manera cada vez más especializada y compartimentada, queriendo ofrecer con el método científico la solución más objetiva y olvidando con esa búsqueda de la verdad absoluta y la objetividad otras cuestiones colaterales que son, a la vez, parte de la solución o fundamento para nuevas preguntas. 

Este cientificismo es necesario para el avance de las ciencias y de la medicina y para no caer en el dogmatismo. Sin embargo, la filosofía debe tener su hueco para ofrecer a la ciencia una visión más global y crítica, para recordarnos que la ciencia está hecha por humanos, pero también al servicio de éstos. 

Ciencia y filosofía. Filosofía y medicina. Se trata de una atención mutua entre toda rama del saber y la filosofía: necesitamos de ella para mejorar las aportaciones y aumentar nuestra eficacia. Quizás el primer error sea dejar crecer a las generaciones, como la mía, sin saber realmente qué es y qué ofrece la filosofía al mundo y a sus futuras profesiones, llenando nuestras facultades de futuros médicos o científicos brillantes, pero con la mente ligeramente más compartimentada.

REFERENCIAS:

Cortés, Manuel E, Rodríguez, Jorge L, Rodríguez, Matías I, del Río, Juan Pablo, & Vigil, Pilar. (2016). Año Internacional de Aristóteles: recordando los aportes a la medicina y a la biología humana de este gran polímata. Revista médica de Chile144(11), 1498-1499. https://dx.doi.org/10.4067/S0034-98872016001100021

Graña-Aramburú, Alejandro. (2015). Filósofos que contribuyeron al progreso de la medicina. Acta Médica Peruana32(1), 41-49. Recuperado en 11 de enero de 2021, de http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1728-59172015000100006&lng=es&tlng=es.

Sánchez, M. V. R. (2012). Relación y mutua influencia entre la Filosofía y la Medicina Hipocrática. Ontology studies, (12), 167-181.

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