En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él.
Menos Adictas al Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.
Suárez Miranda, Viajes de Varones Prudentes, Libro Cuarto, Cap. XLV, Lérida, 1658.
Del rigor de la ciencia, Jorge Luis Borges.
Del rigor de la ciencia es un cuento escrito por Jorge Luis Borges y publicado en 1946 que narra cómo un imperio ficticio, situado en Lérida en 1658, hace de la elaboración de los mapas una cuestión de tal exactitud que solo la construcción de éstos a escala 1:1 se aceptaría como suficiente.
Atendiendo al título (que nada tiene que ver, a priori, con el contenido del texto) podemos hacer una lectura parabólica y comparar el problema de la cartografía de Borges con el problema en la construcción del conocimiento científico: si el rigor, la exactitud y la exhaustividad de la ciencia acaban por reproducir la realidad punto por punto, la ciencia se torna inútil.
Por este motivo el científico debe hacer una selección: ha de escoger aquello que resulta relevante y separarlo de lo que no lo es. De esta manera, construirá un mundo interpretado según unos criterios y usará modelos menos exactos, pero más pequeños y sencillos, para resolver los enigmas que se plantean.
Sería, a efectos prácticos, como la resolución de un puzle de miles de piezas. Tratar de resolverlo de manera global puede resultar mucho más difícil (incluso imposible) que hacerlo por secciones más pequeñas. Por el camino puedes introducir errores en tu intento de simplificación, pero su rectificación te conducirá a la resolución parcial de cada segmento y, finalmente, con la unión de todos ellos, llegarás a la resolución final del problema integral.
Un ejemplo histórico del problema del rigor científico en su búsqueda por la perfección es el de los modelos del Universo. El modelo geocéntrico de Ptolomeo predecía los movimientos con más exactitud que el modelo heliocéntrico de Copérnico, a pesar de ser este último más sencillo. Ambos describían órbitas circulares perfectas en contraposición a las no tan perfectas elipses del modelo de Kepler que también simplificaba y resolvía las anomalías ofrecidas por los anteriores modelos.
La ciencia normal de aquellos tiempos perseguía la perfección y exactitud matemática y el Universo debía adaptarse a ello. El cambio de un paradigma a otro se dio al hacer caer unos modelos perfectos y muy complejos y corregirlos y sustituirlos paulatinamente por otros más sencillos pero que explicaban mejor las observaciones que con el paso de los años se iban haciendo.
Así es como la ciencia hace aproximaciones provisionales (modelos) y las va reemplazando a media que el conocimiento avanza.
REFERENCIAS:
Borges, J.L. (1960). Del rigor de la ciencia. El Hacedor (pag.103). Emecé, Buenos Aires.
Pablo Stafforini. (2010, 4 noviembre). Borges por él mismo – Del rigor en la ciencia. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=L7fUz_MjnJw
Imagen: Borges. Fuente: Eterna Cadencia.