
La necesidad de la presencia pública de la ciencia no es algo nuevo: desde los intentos de divulgación del siglo XVIII, pasando por la Revolución Científica, el positivismo lógico sobre la ciencia de finales del siglo XIX y los intentos tempranos de alfabetización de la ciencia del siglo pasado, hasta nuestros días. Hay consenso sobre la responsabilidad social de la ciencia, sobre lo necesario de la comprensión de ésta por parte de la sociedad, pero han existido muchas discrepancias en cuanto a cómo conseguirla.
Los estudios de CPC (Comprensión Pública de la Ciencia) llevan realizándose, de una u otra manera, desde hace muchas décadas. Sin embargo, no es hasta los años 80 que comienzan a sistematizarse para medir sus niveles a través de la construcción de indicadores y lograr el avance de la alfabetización científica.
Los primeros estudios, de inicios de los 60’s, parten del concepto de un individuo deficitario culturalmente: son los modelos tradicionales de CPC o modelos de déficit. Este enfoque mide el grado de déficit de conocimiento del sujeto con el fin de suplir sus carencias. Asume que el público es el responsable de su ignorancia debido a su miedo y escepticismo ante lo no familiar, lo que le lleva a desarrollar falsas creencias y pensamientos irracionales. A mediados de los 80’s, comienzan a surgir posturas en contra de este modelo de déficit cognitivo. Estas posturas equiparan el concepto de cultura científica con el de alfabetización científica, asumiendo que la comprensión y el conocimiento de los hechos y conceptos científicos conlleva la apreciación y el apoyo de la ciencia. Para ellos el problema es un déficit actitudinal.
En ambos modelos el problema es el público y se centran en llevar la información hasta él. Para intentar solventar el déficit proponen la promoción de la ciencia bajo el precepto de que “cuanto más la conoces, más la apoyas”. Para ello, ponen el foco en la educación a todos los niveles y en la popularización de la ciencia y la tecnología a nivel general.
A partir de los años 90, comienza a plantearse que el problema no es únicamente del público y que la ciencia, la noción sobre cultura científica y la actitud de los científicos (mostrando escaso interés por la divulgación) son parte del problema también. Surgen los modelos críticos de CPC que reconocen la ciencia como proceso: hay un enfoque contextual/social en la conceptualización de la ciencia, poniendo consideración en el contexto, las situaciones locales y la vida cotidiana de las personas. Desde este enfoque se estudia la ciencia en el contexto público y se introduce el término ciencia y sociedad en el diálogo: existe un contexto cultural de la comprensión, un contexto relacional del público con la ciencia y un déficit tanto en el público como en los expertos e instituciones. La cultura científica se convierte en un diálogo contextualizado de conocimientos y se hace énfasis en la propuesta de cambios institucionales y políticos para permitir la participación y deliberación pública.
Con estos 2 enfoques como telón de fondo, la CPC es ya una multidisciplina y surgen los modelos híbridos o heterogéneos de CPC que integran los 2 anteriores para tener una visión más completa del problema. Inicialmente, la noción de cultura científica no se modifica y solamente se unen los enfoques para evaluarla mejor, pero, con la influencia de enfoques de CTS (Ciencia, Tecnología y Sociedad), surge el concepto de apropiación social/pública de la ciencia que pretende integrar las dimensiones que le faltaban para relacionarla con la significación que tiene para el sujeto y así darle voz al público. Son modelos políticos o de empoderamiento en los que:
- La cultura científica pasa a ser cultura científica significativa: incluye el conocimiento de los hechos y los conceptos, pero también el conocimiento meta-científico (rasgos, efectos, usos políticos, dilemas éticos, etc.).
- El intercambio ciencia-sociedad deja de ser lineal y pasa a ser bidireccionalal entender al público como agente activo y multidimensional.
- El poder y la autoridad sobre políticas científicas no recae sobre la comunidad científica y las instituciones de manera exclusiva como lo hacía antes y el público pasa a ser una parte muy importante en la ecuación.
Este último modelo, que parece entender mejor las interacciones entre todos los agentes implicados, nos acerca un poco más a resolver los problemas que se plantean en la comunicación de la ciencia desde un enfoque multidimensional y abre las puertas a futuras investigaciones que avancen en función de los cambios y necesidades que vayan surgiendo en la cultura, la ciencia, la tecnología, la política y sociedad.
REFERENCIAS:
Lázaro, M. (2009) Cultura científica y participación ciudadana en política socio-ambiental (Tesis Doctoral). Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, País Vasco, España.
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